Pagar primero, parir después: algunos servicios piden a las embarazadas que paguen fortunas antes del parto


En abril, cuando apenas llevaba 12 semanas de embarazo, Kathleen Clark estaba en la recepción de su ginecólogo-obstetra cuando le pidieron que pagara $960, el total que la consulta calculaba que tendría que pagar después del parto.

Clark, de 39 años, se sorprendió de que le pidieran pagar esa cantidad en su segunda visita prenatal. Normalmente, las pacientes reciben la factura después que el seguro haya pagado su parte, y en el caso de las embarazadas eso suele ocurrir cuando termina el embarazo. Pasarían meses antes de que la consulta presentara el reclamo a su seguro médico.

Clark dijo que se sintió atrapada. La consulta de obstetricia de Cleveland, Tennessee, estaba asociada a un centro de maternidad donde ella quería dar a luz. Además, ella y su marido llevaban mucho tiempo deseando tener un hijo. Y Clark se sentía especialmente sensible porque unas semanas antes había muerto su madre.

“Estás ahí, en la ventanilla, rodeada de gente, y tratas de ser lo más amable posible”, recordó Clark, entre lágrimas. “Así que lo pagué”.

En las comunidades sobre bebés en internet y en otros foros de las redes sociales, las embarazadas afirman que sus proveedores les piden que paguen antes de lo previsto. La práctica es legal, pero los defensores de los pacientes la califican de poco ética. Los médicos alegan que pedir el pago por adelantado les garantiza una compensación por sus servicios.

Es difícil saber con qué frecuencia ocurre porque se considera una transacción privada entre el proveedor y el paciente. Por lo tanto, los pagos no se registran en los datos de reclamos de seguros y, por ende, los expertos no los analizan.

Pacientes, expertos en facturación médica y activistas afirman que esta práctica de facturación provoca una ansiedad inesperada en un momento de estrés y presión financiera ya de por sí elevados. En ocasiones, las estimaciones pueden ser superiores a lo que el paciente deba en última instancia y obligan a las personas a luchar por un reembolso si la cantidad abonada era superior a la factura final.

Los pagos por adelantado también ponen trabas a las mujeres que quieran cambiar de proveedor si no están satisfechas con la atención. En algunos casos, pueden hacer que las mujeres renuncien por completo a la atención prenatal, sobre todo en lugares donde existen pocas opciones de atención materna.

Es como “secuestrar el tratamiento”, afirmó Caitlin Donovan, directora de la Patient Advocate Foundation.

Expertos en facturación médica y salud de la mujer creen que las consultas de ginecología y obstetricia adoptaron esta práctica para gestionar el elevado costo de la atención materna y la forma en que se factura en Estados Unidos.

Cuando un embarazo llega a término, los ginecólogos y obstetras suelen presentar un único reclamo al seguro por los cuidados prenatales rutinarios, el trabajo de parto, el parto y, a menudo, la atención posparto. Esta práctica de agrupar toda la atención materna en un único código de facturación comenzó hace tres décadas, según Lisa Satterfield, directora de salud y política de pagos del American College of Obstetricians and Gynecologists. Sin embargo, la facturación agrupada ha quedado obsoleta.

Antes, las pacientes embarazadas estaban sujetas a copagos por cada visita prenatal, lo que podía llevarlas a saltarse citas cruciales para ahorrar dinero. Pero ahora la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA) exige que todas las aseguradoras comerciales cubran íntegramente determinados servicios prenatales. Además, cada vez es más frecuente que las embarazadas cambien de proveedor o que diferentes proveedores se encarguen de la atención prenatal y el parto, sobre todo en las zonas rurales, donde son frecuentes los traslados de pacientes.

Algunos proveedores afirman que los pagos por adelantado les permiten repartir los pagos únicos a lo largo del embarazo para asegurarse de que se los compensa por la atención que prestan, aunque finalmente no atiendan el parto.

“Desgraciadamente hay personas que no cobran por su trabajo”, afirmó Pamela Boatner, partera en un hospital de Georgia.

Aunque cree que las mujeres deben recibir atención durante el embarazo independientemente de su capacidad de pago, también entiende que algunos proveedores quieran asegurarse de que no se ignora su factura después de que nazca el bebé. Los nuevos padres pueden verse desbordados por las facturas del hospital y los costos de cuidar a un nuevo hijo, y pueden no tener ingresos suficientes si uno de los progenitores no trabaja, explicó Boatner.

En Estados Unidos, tener un bebé puede resultar caro. Las personas que están cubiertas por un seguro médico a través de grandes empresas pagan un promedio de unos $3.000 de su bolsillo por los cuidados durante el embarazo, el parto y el posparto, según el Peterson-KFF Health System Tracker. Además, muchos optan por planes médicos con deducibles elevados, lo que les obliga a asumir una mayor parte de los costos. De los 100 millones de estadounidenses con deudas médicas, el 12% atribuye al menos parte de ellas a los cuidados de maternidad, según una encuesta de KFF de 2022.

Las familias necesitan tiempo para ahorrar y poder así hacer frente a los elevados costos del embarazo, el parto y el cuidado de los hijos, en especial si no tienen licencia por maternidad remunerada, dijo Joy Burkhard, CEO del Policy Center for Maternal Mental Health, un think tank con sede en Los Angeles. Pedirles que paguen por adelantado “es un golpe bajo”, agregó. “¿Y si no tienes dinero? ¿Lo cargas a tarjetas de crédito y esperas que funcione?”.

Calcular los costos finales del parto depende de múltiples factores, como el momento del embarazo, las prestaciones del plan y las complicaciones de salud, afirmó Erin Duffy, investigadora de políticas de salud del Centro Schaeffer de Política y Economía de la Salud de la Universidad del Sur de California. La factura final para la paciente no está clara hasta que el plan de salud decide qué parte cubrirá, explicó.

Pero a veces se elimina la opción de esperar a la aseguradora.

Durante el primer embarazo de Jamie Daw, en 2020, su ginecólogo-obstetra aceptó su negativa a pagar por adelantado porque Daw quería ver la factura final. Pero en 2023, durante su segundo embarazo, en una consulta privada de obstetricia de Nueva York le dijeron que, como tenía un plan con deducible alto, era obligatorio pagar $2.000, en pagos mensuales.

Daw, investigadora de políticas de salud en la Universidad de Columbia, dio a luz en septiembre de 2023 y recibió un cheque de reembolso ese noviembre por $640 para cubrir la diferencia entre la estimación y la factura final.

“Yo me dedico a estudiar los seguros de salud”, dijo. “Pero una no se imagina lo enormemente complicado que es cuando lo vives en persona”.

Aunque ACA obliga a las aseguradoras a cubrir algunos servicios prenatales, no prohíbe a los proveedores enviar la factura final a los pacientes antes de tiempo. Sería un reto político y práctico para los gobiernos estatales y federal intentar regular el momento de la solicitud de pago, señaló Sabrina Corlette, codirectora del Centro de Reformas de Seguros de Salud de la Universidad de Georgetown. Los grupos de presión médicos son poderosos y los contratos entre aseguradoras y proveedores médicos están protegidos por derechos de propiedad intelectual.

Debido a la zona gris legal, Lacy Marshall, corredora de seguros de Rapha Health and Life en Texas, aconseja a sus clientes que pregunten a la aseguradora si pueden negarse a pagar por adelantado su deducible. Algunos planes prohíben a los proveedores de su red exigir el pago por adelantado.

Si la aseguradora les dice que pueden negarse a pagar por adelantado, Marshall les recomienda a los clientes establecer una relación con una consulta antes de negarse a pagar, de modo que el proveedor no pueda rechazar el tratamiento.

Clark dijo que alcanzó el deducible de su seguro después de pagar las pruebas genéticas, las ecografías adicionales y otros servicios con su cuenta de salud de gastos flexibles. Entonces llamó a la consulta de su ginecólogo y pidió que le devolvieran el dinero.

“Perdí el miedo”, dijo Clark, que antes había trabajado en una aseguradora de salud y en un consultorio médico. Recibió un primer cheque por la mitad de los $960 que había pagado inicialmente.

En agosto, Clark fue trasladada al hospital después que su presión arterial se disparara. Un especialista en embarazos de alto riesgo, y no su ginecólogo-obstetra original, atendió el parto prematuro de su hijo Peter mediante cesárea de urgencia a las 30 semanas de embarazo.

Hasta que no resolvió la mayoría de las facturas del parto no recibió el resto del reembolso de la otra consulta de ginecología y obstetricia.

El último cheque llegó en octubre, pocos días después de que Clark saliera del hospital con Peter para llevarlo a su hogar y tras múltiples llamadas a la consulta. Dijo que todo eso sumó estrés a un período ya de por sí estresante.

“¿Por qué tengo que pagar el precio como paciente?”, se preguntó. “Sólo intento tener un bebé”.

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